LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL.
En
un segundo momento, a finales ya del S.XIX, la sociedad industrial se seguirá
desarrollando con continuos avances científicos e innovaciones tecnológicas que
permitirán seguir modificando sustancialmente los procesos de producción. Fruto
de esos avances, comenzará a desarrollarse una línea de organización científica
del trabajo, conformando la convergencia de estos factores lo que se ha dado en
denominar la segunda revolución industrial.
Esta nueva organización tendrá un impacto en la producción y en las
relaciones que se establezcan, pero además sus efectos se dejarán sentir en el
desarrollo de los sistemas de formación y orientación profesional. Serán F.
Taylor y H.Fayol los investigadores que sistematizarán en sendas
teorías aplicadas a la empresa la división del trabajo.
SARRIES,
L.(1993; 83) cita como puntos básicos del taylorismo, descritos por el propio Taylor en su obra "Principles
and Methods of Scientific Management", los siguientes:
*
La necesidad de organizar el trabajo
científicamente, mediante un sistema científico de
seleccionar el trabajador que mejor se adapta a un tipo de tarea; preparándolo,
adiestrándolo y perfeccionando sus conocimientos y habilidades; buscando una
íntima y cordial colaboración entre dirigentes y mano de obra. Además, debe
contemplarse un mecanismo organizativo, que debe implicar el estudio de
la sucesión exacta de las operaciones elementales y de los movimientos, determinando
-vía cronómetro- el tiempo
requerido
para cada uno de ellos y escogiendo el más rápido para cada operación,
eliminando todos los movimientos equivocados, lentos o inútiles. La dirección
debe tener una estructura funcional, subdividiendo el trabajo organizativo de
modo que cada cual tenga el menor número de funciones a realizar. Una tarea,
una máquina, un sitio, un tiempo, así como unas fichas de instrucciones para la
mano de obra definiendo las tareas, conforman un ambiente de trabajo con altas
recompensas para el que cumple y sanciones en caso contrario.
*
Una dirección jerárquica con
estructura funcional, sin que esto signifique descentralización, sino
que las directrices fluyen de manera jerarquizada y lineal.
*
El análisis de los tiempos y
movimientos.
*
Una nueva cultura de empresa,
basada en una concepción del trabajo organizado en torno a un conjunto de
valores y creencias que configuran papeles bien definidos, en el marco de una
institución social, que es la fábrica. Taylor propone para ello un cambio de
mentalidad, una nueva representación psicológica de la empresa, en la que se
trate de motivar al trabajador en base a tres principios:
- que tenga su tarea bien definida.
- que su trabajo obtenga un premio inmediato si alcanza los objetivos propuestos.
- que el trabajador se mueve por intereses personales, que antepone a intereses colectivos.
Todo
ello bajo el estricto principio de autoridad, una rígida disciplina en el
seguimiento estricto de las normas, y una tutorización continua de los
trabajadores, a los que llamará "niños crecidos".
El
sistema de organización científica del trabajo tayloriano fue bien acogido por los
empresarios y se extendió con rapidez. Los trabajadores, en cambio, mostrarán
una fuerte resistencia al ver reducida su autonomía, la exigencia de unos
mínimos de trabajo y, en la práctica, un rendimiento muy superior. Y es en ese
contexto donde se va a ensayar una nueva manera de producir, conocida como el fordismo, que es interesante también
desde el ámbito pedagógico, por las implicaciones que sobre la formación –su necesidad
y amplitud- va a tener.
El
fordismo nace en el seno de la industria del automóvil, cuya producción era importante
en Inglaterra y Francia a finales del s.XIX. Según WOMACK, J.P. 1991; 24), esta
producción se definía en la época como "especializada" (craft
production), y revestía las siguientes características:
-
una fuerza de trabajo altamente cualificada, con unos trabajadores
que se habían cualificado vía aprendizaje, y que aspiraban a tener un
día sus propios talleres o empresas.
-
unas organizaciones altamente descentralizadas, donde muchas piezas
podían provenir de pequeñas empresas. utilización de herramientas y máquinas
de funciones generales, adaptadas a múltiples usos.
-
bajo volumen de producción de unos 1.000 unidades al año, con diseños para sólo unos
50, y sin que fueran enteramente iguales todos ellos.
Pero
esta producción especializada implicaba unos altos costes de fabricación y
dificultades para avanzar en nuevas tecnologías, ya que la fabricación
se basaba en la experiencia y conocimientos de los trabajadores cualificados
y en la descentralización. Según Cole, citado por PALMADE, G. (1976;
139) en la clase trabajadora había en 1870 un 30% de obreros especializados, un
40% de semiespecializados y un 30% de no especializados. Además de esta carencia
de trabajadores especializados existía una imposibilidad de garantizar la
calidad del producto, sobre todo en lo relacionado a seguridad y
durabilidad.
Basado
en esta forma de producción, en 1913 Ford crea en Detroit la primera línea de
montaje en la que el trabajador no necesita moverse y desplazarse de un sitio a
otro, consiguiendo así reducir en un primer momento el tiempo de montaje de un
coche de 514 minutos a 2,3 minutos. Con la instalación de una cinta móvil para
transportar las piezas, bajará a 1,19 minutos. Pero con ello también ocurrirá
que:
1.
desaparece el trabajador
especializado,
con experiencia y conocedor de su profesión. Será sustituido por un trabajador
adiestrado para una operación determinada, con lo que se podrá dar la situación
que comenta WOMACK, J.P.(1991;31) de que en 1915, en esa misma planta de
Detroit, los empleados hablaban más de cincuenta idiomas diferentes, y que
muchos de ellos se comunicaban en inglés con dificultad.
2.
la división del trabajo se llevará
hasta sus consecuencias más extremas, con labores reiterativas que
sólo necesitaban de un entrenamiento rápido. Al trabajador se le libera de toda
responsabilidad sobre las herramientas y las máquinas, así como sobre posibles
procesos de mejora en la producción. A Ford se le atribuye aquello de que
"a usted no le pago para que piense, sino para que trabaje".
Pensar corresponderá sólo a supervisores e ingenieros.
Nace
con ello un nuevo tipo de trabajador definido como máquina que no piensa,
tan reemplazable como los repuestos, pero que a la larga pondrán al descubierto
el problema de que la productividad y el grado de satisfacción en el trabajo no
dependen únicamente de factores objetivos, materiales, o de incrementos
salariales, sino también de factores psíquicos ó psicosociales, es decir, de las
relaciones interpersonales que surgen en la empresa. Las relaciones durante el
período de mayor desarrollo del capitalismo, se caracterizarán por una
agudización de la lucha social. Además, se desarrollarán dos guerras mundiales
y una fuerte depresión (1929-33) que afectará de manera directa a las
relaciones en las empresas. En ese contexto se darán procesos de desarrollo del
movimiento obrero en defensa de derechos relacionados con el trabajo de mujeres
y niños, con las jornadas, los salarios mínimos, y, progresivamente otros como
la seguridad
social,
la ayuda familiar, etc.
Observe el siguiente video:
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